
El río Tajo, después de atravesar buena parte de la Península Ibérica, nos ofrece un sorprendente regalo en su desembocadura. Un regalo en forma de ciudad: Lisboa, la capital de Portugal.
Visitar Lisboa es adentrarse en una amalgama de sensaciones. La capital más occidental de Europa nos sorprende con su delicada mezcla de elementos modernos y clásicos, de vanguardia y de medida decadencia, de carácter desenfadado y de nostálgica elegancia.
No es fácil – ni justo – asignar a Lisboa un único calificativo. Cada viajero asignará los propios cuando llegue a esta ciudad que, para muchos españoles, sigue siendo más desconocida de lo que, a priori, podría suponerse.
Tanto si es nuestra primera visita a Lisboa como si queremos “redescubrirla”, el recorrido que haremos por la “Ciudad de la Luz” servirá para encontrar y repasar esas sensaciones que ofrece la capital portuguesa.
¿Te vienes a Lisboa?
Pues… ¡no te olvides el pijama!
«Para el viajero que llega del mar, Lisboa, desde la lejanía, surge como una límpida visión de un sueño, recortada con precisión contra un cielo azul resplandeciente que el sol anima con su destello clorado»
(Fernando Pessoa, poeta y escritor lisboeta)
El estuario del río Tajo ha visto pasar numerosos pueblos e ideas. Desde el poblado prerromano de Olisipo, fenicios, romanos, musulmanes y cristianos han ido asentándose junto a la desembocadura del río Tajo. El paso de todos estos pueblos y culturas, seguido de capítulos gloriosos en la Historia de Portugal, repletos de navegantes y de comercio con América, así como de épocas de decadencia, angustia y desasosiego, ha ido configurando el carácter de Lisboa.
Si tuviésemos que señalar un acontecimiento clave en la Historia de Lisboa, algo que haya dejado huella en la ciudad, hablaríamos, sin duda, del terremoto de 1755. El 1 de noviembre de 1755, la mayor parte de la ciudad quedó destruida por un terrible terremoto.
Este aterrador episodio significó un antes y un después en la ciudad de Lisboa. Dio lugar a que la ciudad se reinventase, a dotarla de una mayor modernidad, pero también nos ha dejado vestigios de lo que era antes Lisboa. Y con los vestigios, la omnipresente y bella saudade portuguesa.

Preparando el viaje:
Cuándo ir:
Lisboa cuenta con un clima relativamente cálido, con temperaturas que raramente bajan de 0 °C en invierno, y medias que generalmente quedan por debajo de 30 °C en verano. Ahora bien, la elevada humedad por su cercanía al río Tajo hace que la sensación térmica sea algo más extrema, con algunos días muy frescos en invierno y días muy calurosos en la parte central del verano.
Las estaciones que, personalmente, prefiero para viajar a Lisboa son la primavera y el otoño. Temperaturas suaves y menos aglomeraciones de visitantes son, para mí, factores clave. Eso sí, no está de más llevar un paraguas en la maleta. No es que sea una ciudad especialmente lluviosa, pero no sería raro que – sobre todo en otoño o invierno – nos cayera un chaparrón.
Cómo ir:
La capital portuguesa está muy bien comunicada por tierra y aire. Compañías aéreas como TAP, Iberia o Easyjet ofrecen vuelos a Lisboa desde las principales ciudades españolas y europeas.
Si preferimos el coche (sí, ,ya sabes que suele ser mi opción preferida), tampoco habrá problema. La amplia red de autopistas y autovías de Portugal hacen fáciles y rápidos los trayectos desde ciudades como Madrid, Sevilla, Salamanca u Oporto. Además, si llevamos coche, podremos complementar nuestra visita a Lisboa con recorridos por la costa portuguesa o el Alentejo, o con visitas a lugares como Oporto, Sintra, Cascais, Estoril, Fátima, Batalha…
El tren es, quizá, el medio de transporte menos cómodo para desplazarse a Lisboa, sobre todo porque no es muy rápido. Eso sí, si nos atrae la idea de dormir en el tren, podremos viajar de noche en el Trenhotel Lusitania y llegar a primera hora a Lisboa. Es una idea interesante para quienes busquen una forma más peculiar de viajar, algo más “clásico”…
Supervivencia – Dormir, comer, moverse…
Dónde dormir:
Lisboa es una ciudad muy turística y su oferta hotelera es muy amplia y diversa. Los precios de los hoteles suelen ser razonables (en comparación con los de otras capitales europeas), pero conviene reservar con tiempo nuestra estancia y buscar ofertas en páginas web como Tripadvisor, Booking, Kayak…
Es difícil hablar de un solo hotel en una ciudad como Lisboa, incluso hacer una selección de ellos. De cualquier modo, os propongo algunos de ellos:
Eurostars das Letras (Rua Castilho, 6-12): un excelente hotel de cinco estrellas, situado cerca de la plaza de Marqués de Pombal y junto a la Avenida da Liberdade. A unos 15 minutos a pie de la plaza Rossio. Sus precios suelen ser elevados, pero no lo son tanto si estamos atentos a las ofertas.
Inspira Santa Marta (Rua de Santa Marta, 48): moderno hotel situado también cerca de la plaza Marqués de Pombal y de la Avenida da Liberdade, una zona tranquila y no alejada del centro.
Internacional Design Hotel (Rua da Betesga, 3): peculiar hotel de diseño ubicado junto a la plaza Rossio. Esta ubicación, sin embargo, influye en los precios, que suelen ser más elevados que los de hoteles más alejados del centro.
My Story Hotel Rossio (Praça Dom Pedro IV, 59): en una ubicación inmejorable, este hotel cuenta con una decoración muy cuidada y singular. Merece la pena probarlo, especialmente si conseguimos una buena oferta.
Dónde comer:
No es mi intención abarcar toda la oferta gastronómica lisboeta en este post, pero por lo menos os hablaré de algún restaurante que, a mi juicio, merece la pena. Y según vaya recordando y probando otros locales, iré actualizando el post. De momento me quedo con los siguientes:
Cantinho do Avillez (Rua dos Duques de Bragança, 7): situado en el Chiado, este restaurante del famoso chef portugués José Avillez ofrece una carta moderna inspirado en la gastronomía tradicional portuguesa. El local no es muy grande y tiene un aire “informal pero arreglado”.
Carmo (Largo do Carmo, 11): de filosofía desenfadada, su carta incluye tapas que son una reinvención de recetas de la cocina tradicional portuguesa, de modo que es posible hacer un recorrido por la gastronomía portuguesa en una sola visita. Su localización, junto al convento do Carmo, es otro punto a favor.
O Faia (Rua da Barroca, 54-56): este restaurante tiene un estilo diferente de los que he mencionado antes. Situado en pleno Bairro Alto, tiene un aire algo más refinado y, aparte de su buena carta, ofrece en cada cena un regalo musical que Lisboa guarda para el visitante: el fado. Quizá no sea la mejor casa de fados de Lisboa, pero sí permite acercarse por primera vez a este bonito género.


Allí se encuentra la estación de Rossio, un fantástico edificio de estilo neomanuelino que se encuentra entre las estaciones de tren más bonitas del mundo. Fue inaugurada en 1890, y buscaba dar una imagen de grandiosidad a los viajeros que llegasen a Lisboa tras horas de viaje en tren.
El estilo neomanuelino fue una corriente arquitectónica desarrollada entre mediados del siglo XIX y principios del XX. Tiene un marcado carácter romántico, y recoge los frutos de una época, el siglo XIX, que vino marcada por importantes y trágicos sucesos para Portugal, como las invasiones francesas, la huida y posterior regreso de la familia real, la pérdida del comercio colonial con Brasil o las guerras liberales.
En todo nuestro recorrido hemos ido pisando uno de los elementos urbanísticos más singulares de Portugal: la calçada. Este pavimento, formado por pequeñas piedras de forma irregular, es muy típico de este país, y permite crear curiosas formas artísticas en el pavimento. Su coste, así como sus peligros cuando llueve, la han hecho contar con muchos detractores, pero también con numerosos defensores, así que la calçada portuguesa es, al menos por el momento, uno de los símbolos de Portugal, y sin duda lo será por mucho tiempo, pues se ha visto que es una gran superviviente.
Entre el edificio del Teatro Nacional D. María II y la Iglesia de São Domingos encontraremos un pequeño y característico local: la Ginjinha. Allí podremos degustar un aguardiente de guindas muy típico de Lisboa. Merece la pena darse una vuelta por esa esquina para ver el diminuto y clásico local y, cómo no, mezclarse con la singular “parroquia” que lo suele frecuentar. Por cierto, lo más tradicional es tomarlo con guinda.
Seguimos nuestra ruta hacia el río Tajo. Los edificios que vemos a continuación forman parte de la Baixa, ese barrio que comentamos antes y que fue mandado construir por el marqués de Pombal tras el terremoto de 1755. En términos arquitectónicos, es curioso saber que la práctica totalidad de los edificios cuentan con pozos y espacios cortafuegos. Estaba claro que el marqués no quería que se repitiesen sucesos tan trágicos como los incendios que se sucedieron tras el terremoto.
Sin embargo, el fuego sí devoró un barrio muy cercano y emblemático: el Chiado. En agosto de 1988, los famosos almacenes Grandella, situados en la Rua do Carmo, comenzaron a arder. La importante presencia de materiales inflamables en los edificios de la zona, así como las dificultades que tuvieron los bomberos para acceder a estas estrechas calles, hicieron del antiguo Chiado un montón de cenizas y escombros. Sin embargo, el barrio se ha reformado totalmente, y actualmente ha recuperado buena parte de su carácter comercial.

Al Chiado podemos llegar utilizando el famoso Elevador de Santa Justa. Este elevador, también llamado “Elevador do Carmo”, fue inaugurado en 1902 y es obra del ingeniero francés Raoul Mesnier du Ponsard. Al contrario de lo que se dice, no hay constancia de que este ingeniero trabajase nunca con Gustave Eiffel.
El Elevador de Santa Justa tiene como finalidad salvar el importante desnivel existente entre la Rua de Santa Justa y la Rua do Carmo. Hay que pagar por cada trayecto, pero el precio será menor si disponemos de una tarjeta de transporte (“7 Colinas” o “Viva Viagem”, que se pueden adquirir en los puntos de venta de Carris), y gratis si disponemos de la “Lisboa Card”.
La terraza del elevador ofrece unas vistas impresionantes de la ciudad. Merece la pena pasar un rato en ella para aprender a ubicarse en la ciudad y localizar los principales monumentos de Lisboa. Desde allí llegaremos al Bairro Alto de Lisboa, pero eso ya lo hablaremos más adelante…
Junto a la salida del elevador encontraremos el Convento do Carmo, un ejemplo sobrecogedor de las huellas que dejó en Lisboa el terremoto de 1755. Tras el seísmo, no quedó mucho más que los escombros del antiguo convento y, pese a algunos intentos de reconstrucción, así se ha mantenido hasta nuestros días. Actualmente alberga el Museo Arqueológico do Carmo. Un paseo por su interior, observando los muros y estructuras que se salvaron del terremoto, no deja indiferente a ningún visitante, y es parte del encanto de la ciudad.

Continuando con nuestro recorrido, bajaremos de nuevo a la Baixa y pasearemos por sus calles. Merece la pena visitar la parroquia de san Nicolás, construida en el siglo XIII y también afectada por el terremoto de 1755. Como curiosidad, veremos que muchas de las calles de la Baixa hacen referencias a oficios (Rua da Prata, Rua dos Sapateiros, dos Correeiros…).
Pero eso será en el próximo post…
