
En 2018 se cumplió el 185 aniversario de una de las fiestas más conocidas de Alemania, y me atrevería a decir que de todo el mundo: ¡la Oktoberfest!
El mes de septiembre va llegando a su fin, y mientras muchos se van adaptando, cabizbajos, al final de las vacaciones y la “vuelta al cole”, la ciudad de Múnich muestra orgullosa una de sus postales más representativas. La ciudad se llena de color, de música bávara, de trajes regionales, de alegría y, cómo no, de cerveza, mucha cerveza…
La Oktoberfest es una fiesta muy conocida pero, a la vez, es un acontecimiento que presenta muchas dudas a quienes la quieren visitar por primera vez: cuándo se celebra, cómo ir, cómo conseguir sitio, qué se debe y no se debe hacer, el famoso “¿me perderé entre tanta gente?”, etc.
Pues allá va mi pequeña aportación a quienes queráis visitar la Oktoberfest: una pequeña “guía de supervivencia” para sacar todo el partido posible a esta fiesta. Espero que disfrutéis leyendo y, sobre todo, ¡que disfrutéis mucho de la fiesta! Prost!!!
Ah, antes de empezar, por favor:
¡No te olvides el Pijama!

«Oans, zwoa, drei, g’suffa!»
(“uno, dos, tres, ¡a beber!”)
A los muchos atractivos que tiene Múnich, la capital de Baviera (¿os acordáis de este post?), se le añade en estos días la celebración de la que muchos llaman “Fiesta de la Cerveza” y que los locales llaman simple y llanamente “Oktoberfest”.
Pero un momento, ¿cómo que “Oktoberfest” si empieza en septiembre?
Pues muy sencillo: se llama Oktoberfest porque hace años se celebraba íntegramente en octubre. Ni más ni menos.
Allá por 1810 (concretamente el 12 de octubre de ese año) la ciudad de Múnich comenzaba las celebraciones de la boda de los príncipes Luis y Teresa, que llegarían a ser, años más tarde, reyes de Baviera. Y esas celebraciones se prolongaron durante 5 días (¡eso sí que es una boda bien celebrada!). Fueron famosas las carreras de caballos que el público veía desde un lugar que, por aquella época, eran las afueras de la ciudad: el Sendlinger Berg. En honor a Teresa, ese lugar pasó a llamarse Theresienhöhe.
El año siguiente, por la misma época, se conmemoró el aniversario de la boda. Otra vez carreras de caballos y, sobre todo, otra vez fiestas. Y la cosa se fue repitiendo algunos años. El evento se utilizó como plataforma para promocionar la agricultura bávara, y cada vez fue atrayendo más público. En 1819 se decidió celebrarla cada año en la llamada Theresienwiese (la “pradera de Teresa”, conocida cariñosamente como Wiesn por los muniqueses) y, desde entonces, tan solo las guerras, el período de hiperinflación de 1923-1924 o las epidemias han conseguido suspenderla.
A finales del siglo XIX, cuando la fiesta ya era muy conocida, se decidió adelantarla un par de semanas. De este modo, la climatología sería más favorable y conseguiría atraer a más visitantes. Eso sí, la Oktoberfest siempre termina el primer fin de semana de octubre, y comienza el primer sábado tras el 15 de septiembre. Por ejemplo, este año ha empezado el 22 de septiembre y durará hasta el 7 de octubre.

¿Y de verdad hay tanta gente? ¿Cómo cabe todo el mundo allí?
La respuesta es sencilla: sí. Hay tanta gente como parece. Según las estadísticas, aproximadamente 6 millones de personas visitan la Oktoberfest cada año. Y 6 millones de litros de cerveza son los que, según las estadísticas, se consumen “por barba” cada año…
¿Y caben todos? ¿Dónde? Ahí empieza lo interesante. La Oktoberfest se celebra en una gran pradera (conocida como Wiesn) llena de carpas, grandes y pequeñas. Una carpa (Festzelt) grande alberga, de media, unas 10.000 personas (aprox. 6000 dentro y 3000 fuera, en las terrazas), y una pequeña, de media, unas 300 personas. Teniendo en cuenta que hay alrededor de 15 carpas grandes y unas 20 carpas pequeñas, a “ojímetro”, habrá espacio para unas 150 ó 160 mil personas en total.
Pero claro, lo que en el papel parece un espacio infinito se queda mucho más justo si tenemos en cuenta la gran afluencia de gente (especialmente los fines de semana y festivos) y las reservas. Esto significa lo siguiente: hay que intentar evitar los fines de semana y, sobre todo si no podemos evitarlos, hay que madrugar.
¿Madrugar? Sí, exacto, madrugar. Durante la semana, empieza a servirse cerveza a las 10 de la mañana, los fines de semana a partir de las 9. Y la única forma que hay de encontrar un sitio donde pasar el día entero es madrugar. Personalmente, no me considero del grupo de “madrugadores”, pero he de decir que he tenido mucha suerte y he podido entrar en carpas más allá de las 4 de la tarde, pero todo dependerá del tamaño del grupo en que vayáis, de la suerte, etc.
¿Entonces no se puede reservar? Sí que se puede, pero lo cierto es que, en la práctica, la antelación que hay que tener para poder reservar una mesa es tal que resulta bastante complicado. Por eso es más práctico tratar de buscar días con menos afluencia de público (os dejo un “barómetro” de público en este enlace, donde las fechas y horas en verde son las menos concurridas (en teoría), y aquellas marcadas en rojo las de mayor afluencia de gente.
En este enlace podréis ver también un plano de todo el recinto, con todas las carpas con su nombre y número. No está de más echarle un vistazo, sobre todo si queréis visitar una carpa en particular.

Ya estamos dentro de la carpa, ¿y ahora qué?
Si habéis tenido mucha suerte, estaréis sentaditos en una mesa esperando a tomar vuestra(s) ansiada(s) cerveza(s). Pero si no habéis tenido tanta suerte, quizá os hayan dejado entrar “a buscar sitio”. Pues bien, empieza la aventura.
¿Y no podemos quedarnos de pie? Pues sí, sí que podéis, pero no es la mejor opción si queréis probar la cerveza, porque nadie os va a servir cerveza si estáis de pie…
Generalmente, las mesas de las carpas están pensadas para unas 10 personas, aunque llegado el caso pueden caber algunas más. Llegados a este punto, hay que buscar huecos donde sea, tratando de calcular que vuestro grupo quepa en ellos. Una vez localizado el sitio, no hay que dejarlo escapar. Ojo: quizá veáis mesas sospechosamente vacías en las que pone reserviert (reservada) o reserviert ab XX:XX Uhr (reservada desde las XX:XX h). Tened en cuenta que, llegada esa hora, es muy probable que lleguen los “titulares de la mesa” y, si sois y/o son muchos, quizá os toque abandonarla.
Si hay gente sentada en la “mesa-objetivo”, preguntaremos si los sitios están libres (puede ser que sus amigos se hayan ido al baño o hayan salido a fumar). En alemán, podemos decirles ist hier frei? (para novatos, en español suena así como “is jier frai?”). No os preocupéis por si tienen que levantarse o subirse a los bancos para dejaros pasar. Es algo habitual y dentro de pocos minutos lo tendréis que hacer vosotros también.
Consejo: como en tantas otras cosas en la vida, una sonrisa os ayudará a conseguir vuestro objetivo. Y por supuesto, ¡que no falte un danke! (“gracias”)!
Una vez conseguidos el primer objetivo (entrar en la carpa deseada) y el segundo (sentarnos), vamos a por el tercer objetivo: ¡la cerveza! Generalmente, las cervezas se piden por jarras de litro (lo que en Múnich se llama ein Maß, pronunciado en español sería “ain maas”, importante alargar la “a”). No tengáis miedo, podéis con la jarra, tanto por peso como por volumen. Al fin y al cabo, entre la espuma y las cantidades que se pierden en cada brindis (ya hablaremos de eso), el litro queda bastante mermado…
Otro consejo: una camarera contenta es vuestro mejor aliado. Me explico. Una parte del sueldo de las camareras viene de las propinas, de modo que ser tacaño con ellas es una de las peores decisiones que se pueden tomar en la Oktoberfest. Así que rascaos el bolsillo, redondead hacia arriba el precio de las jarras y tendréis una amiga para todo el día.

¡Por fin con una cerveza en la mano!
Las horas de trayecto, las dificultades para entrar en una carpa y los sudores para conseguir una mesa ya van dando su fruto: tenemos una jarra de cerveza en nuestras manos. ¿Y ahora qué? Pues a beber, claro, pero ¿qué más hay que saber?
Pues para empezar, la cerveza que bebáis en la Wiesn siempre será una cerveza fabricada en la ciudad de Múnich, fabricada especialmente para esta fiesta y con un mínimo de alcohol de aproximadamente el 6%.
Las jarras (Maß) están fabricadas con un vidrio muy grueso, que permite superar todos los brindis habidos y por haber. Y es que, cada dos por tres, oiréis cantar una cancioncilla (ein Prosit, ein Prosit der Gemütlichkeit!, algo así como “un brindis por la salud/buen rollo/etc.”), seguida de un Oans, zwoa, drei, g’suffa! (“uno, dos, tres, ¡a beber!”), que significa que hay que brindar. Agarrad fuerte las jarras porque en Múnich se brinda bastante fuerte, y para brindar se utiliza la palabra Prost!.
Importante: es importante mirar a los ojos de la persona con la que se brinda. ¿Por qué? Hmmmm… Será más divertido si os lo explica un lugareño o lugareña…

¡Empieza la música!
Desde la apertura de las carpas a las 22:30 del cierre, todo suele ambientarse con música bávara en vivo. La combinación de música, cerveza y buen ambiente hacen que, aunque no nos sepamos las letras de muchas canciones (ojo, veréis como no os falta un “Que viva España”) apetezca cantar y bailar.
Cantar es fácil, pero… ¿Bailar? ¿Dónde? No hay sitio… ¿Qué no? ¡Claro que lo hay! En la Oktoberfest se baila sobre los bancos. No os preocupéis, acabaréis cogiendo el equilibrio y os moveréis con soltura por el banco. Es más, si vuestros compañeros de mesa se levantan a bailar, procurad levantaros también vosotr@s, porque sus jarras estarán a una altura muy peligrosa, justo sobre vuestras cabezas…
Importantísimo: para bailar se puede subir a los bancos, pero JAMÁS se debe subir a las mesas. Las mesas son para comer y beber, NUNCA para poner los pies sobre ellas.

¿Debo vestirme de alguna manera en particular?
La respuesta a esta pregunta es no. No hay un código sobre vestimenta en el Oktoberfest. Pero sí que veréis a mucha, mucha gente vestida con trajes tradicionales bávaros: los Dirndl para chicas y los Lederhosen para chicos.
La ciudad de Múnich, como ya os comentaba en este post, ofrece siempre una agradable mezcla de tradición y modernidad. El uso de Dirndl y Lederhosen es un ejemplo de ello. Mayores, jóvenes y niños se lanzan a vestirlos en cada una de las fiestas populares muniquesas, y simplemente contemplarlos es una experiencia muy positiva.
Por cierto, si os apetece verlos más de cerca, sin tener que desembolsar su (elevado) precio, es posible alquilar un Dirndl o Lederhosen por uno o varios días. En este enlace tenéis una empresa que se dedica a ello, Bavarian Outfitters. Son muy profesionales, eficientes y sus precios son razonables.
Una curiosidad para aquellos “donjuanes” que visiten la Oktoberfest con la idea de conocer chicas bávaras. Hay una forma de saber si una chica que viste un Dirndl viene acompañada o no: el lazo. Si el lazo del Dirndl va situado a su derecha (es decir, mirando a la chica de frente, a la izquierda), la chica viene acompañada, y si el lazo va a su izquierda (mirándola de frente, a la derecha), no tiene compañía. Curioso, ¿verdad?
Un último consejo
Las fiestas son para disfrutarlas con cabeza. Sabemos que vamos a estar en un recinto en el que el agua será mucho más escasa que la cerveza. Y aunque en las carpas también se puede comer, seguramente no estemos acostumbrados a tanta cerveza.
No se divierte más quien más bebe, así que controlaos, cantad, comed, bailad, bebed y disfrutad, pero siempre con moderación. Ese es el espíritu de la fiesta y lo que os hará recordarla como una experiencia fantástica.
Así que… ¡Feliz Oktoberfest! Prost!!!
¡Y No te Olvides el Pijama!
¡Hasta pronto!
