
En el corazón de Francia, a poco más de una hora de París, el valle del Loira se presenta como uno de los destinos más atractivos de Francia y del conjunto de Europa.
Pintorescas ciudades, entrañables pueblos, exquisita oferta gastronómica y, cómo no, asombrosos castillos, son los elementos que han elevado al valle del Loira a la categoría de paisaje cultural inscrito como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
En este post haremos un recorrido por esta región francesa, visitando los castillos y lugares más representativos. Una visita que, sin duda, nos servirá para tomar contacto con castillos, bosques y leyendas, pero también con suculenta gastronomía, quesos y vinos.
¿Te vienes a recorrer el valle del Loira?
Pues… ¡no te olvides el pijama!
«Hice el viaje más poético posible en Francia, sentía mis pensamientos crecer con este río que, cerca del mar, se vuelve inmenso”

Recorrido por el valle del Loira
Para hablaros de esta ruta, describiré un itinerario lineal por el área del valle del Loira que visitamos. Será el camino “natural” en el caso de que optéis por ir haciendo un viaje por etapas, durmiendo cada noche en un pueblo o ciudad distintos. En el caso de que prefiráis “estableceros” en un punto concreto de la ruta y, desde allí, ir visitando lugares, también os servirá, pues la ruta se puede tomar, dejar y retomar en cualquier punto.
Antes de nada, conviene recordar que los castillos del Loira han sufrido diferentes episodios a lo largo de la Historia, y esto ha sido lo que ha ido marcando su forma y estado actuales. El valle del Loira vivió su apogeo entre los siglos XV y XVII, con numerosos reyes y nobles viviendo en la zona. Más adelante, entre los siglos XVII y XVIII, su importancia decreció al mismo ritmo en que la actividad política y cortesana se iba centralizando en París.
Ya con la Revolución Francesa (1789), los castillos y palacios del valle del Loira se adentraron en una época sombría y de grandes incertidumbres. Muchos fueron destruidos, otros utilizados como almacenes, prisiones o incluso graneros. Y esto ha hecho que, a pesar de los grandes esfuerzos de conservación que se han hecho, en varios de los palacios que visitemos no podamos ver el mobiliario de la época o, directamente, el palacio se encuentre vacío de muebles. Son huellas de la Historia que, como veréis, si cabe hacen de la visita a esta región algo mucho más interesante todavía.
Pues como estamos en una región con castillos y palacios de ensueño, ¿por qué no empezar nuestro recorrido visitando un palacio de cuento de hadas?

Visitaremos el Château d’Ussé, del que se dice que fue la inspiración de Charles Perrault cuando escribió “La bella durmiente”. Aunque se han encontrado vestigios de civilización en la zona ya desde la Prehistoria, es en el siglo XI cuando empieza la construcción de este castillo, al principio como fortaleza de madera y, más adelante, tomando la forma en piedra que conserva en la actualidad.
Tras una larga sucesión de propietarios, en 1700 pasa a manos de Luis II Bernin de Valentinay, amigo de Charles Perrault, a quien recibe en numerosas ocasiones en este palacio. Estas estancias son las que, según se dice, sirvieron de inspiración al escritor para su obra “La bella durmiente”, de cuyos personajes puede verse actualmente una recreación dentro del propio castillo.
El castillo incorpora dos estilos arquitectónicos: uno, de inspiración medieval; y el otro claramente renacentista. El primero de estos estilos tiene su origen en la construcción del siglo XV, y la segunda, más cercana al aspecto actual, a las modificaciones arquitectónicas realizadas entre los siglos XVI y XVII. También merece la pena visitar la capilla del castillo, de un estilo gótico ciertamente sobrecogedor.
Continuamos nuestro recorrido hacia el este, en concreto hacia el Château d’Azay-le-Rideau. Situado en una isla sobre el río Indre, este castillo es uno de los iconos de los castillos del valle del Loira. Su estructura mantiene numerosas referencias a la realeza (como la salamandra, símbolo de Francisco I), al tiempo que incorpora numerosos elementos arquitectónicos y decorativos propios del Renacentismo italiano. Quizá esa conjunción de estilos, unida al peculiar enclave del castillo, fue la que hizo que Balzac describiese el castillo de Azay-le-Rideau como “un diamante tallado en facetas, engastado por el Indre”.

Al igual que el vecino Château d’Ussé, este castillo también empezó a construirse en el siglo XI. Comenzó siendo una fortaleza defensiva hasta que, en el año 1418, el que acabaría siendo rey Carlos VII de Francia pasó por el castillo mientras huía de la ocupación borgoñona de París, ordenó quemar el castillo por los insultos que recibió desde dentro.
A partir de entonces, el castillo pasó a conocerse popularmente como “Azay-le-Brûlé” (Azay el quemado), y no estuvo ocupado hasta el año 1547, después de que el rey hubiese confiscado ese terreno y se lo entregara a Antoine Raffin, uno de sus compañeros de armas. A partir de ahí, cuatro familias fueron propietarias del castillo y, pese a la reconstrucción que fueron haciendo del edificio, en 1791 el castillo se encontraba en muy mal estado y fue vendido.
A lo largo del siglo XIX, los nuevos propietarios del castillo fueron rehabilitándolo y saneándolo, y el castillo empezó a tomar la forma que tiene actualmente. Pero como las turbulencias forman parte inseparable de la historia de este castillo, el año 1899 resultó nefasto para la situación financiera de su propietario y tuvo que venderlo a un abogado de la cercana ciudad de Tours. Este señor quiso hacer fortuna vendiendo todo el mobiliario del castillo, y suerte hubo de que una de sus sobrinas recompró varios de los cuadros más importantes, y de este modo no se perdió todo.
Finalmente, en 1905, el castillo fue adquirido por el Estado francés. Tras varias restauraciones encontramos el estado actual del edificio. El Château d’Azay-le-Rideau es, sin duda, uno de los indispensables en nuestro viaje. Aunque sabemos que la Historia ha dejado sus marcas en él, el estado actual de conservación conseguirá impresionarnos y, por qué no, enamorarnos.
El amor a primera vista fue el que llevó a Joaquín Carvallo, un importante médico español instalado en Francia, a abandonar su prometedora carrera y adquirir en 1906 el castillo que visitaremos a continuación: el Château de Villandry.

La historia de este castillo, como podéis intuir, comienza mucho antes de la llegada de Joaquín Carvallo. Comenzó siendo una fortaleza medieval, no tanto para defender al pueblo sino para mostrar el poder del señor feudal. Posteriormente, a lo largo del siglo XVI, se le aplicaron importantes reformas, que dotaron al edificio de un elegante estilo renacentista.
Y las reformas continuaron en el siglo XVIII, cuando el marqués de la Castellane quiso hacer del castillo una imponente mansión, dotada de todas las comodidades de la época. Algo de ello consiguió, pero el presupuesto no daba para todo, de modo que, por intentar aparentar, utilizó artimañas como la de pintar ventanas en las paredes del edificio para simular estancias inexistentes…
Después de aquello pasaron por el castillo la Revolución Francesa, propietarios como un conocido tratante de esclavos, un conocido banquero e incluso los hermanos Bonaparte. Tras la caída del imperio de Napoleón, Villandry se liquida y, tras pasar por varias manos, e ir bajando de valor, llega a ser propiedad de Joaquín Carvallo.
Joaquín Carvallo dejó a un lado toda su carrera como médico para dedicarse de lleno a la restauración del castillo de Villandry. Recuperó numerosas obras de arte de autores españoles, como Velázquez, Goya o Zurbarán (de su Extremadura natal) y, sobre todo, recuperó y modificó por completo la configuración del jardín del palacio.
Los jardines de Villandry pasan a recuperar el estilo de jardín francés propio del siglo XVI. Divididos en terrazas y parterres, conforman uno de los jardines más bellos de Francia. Un jardín que, por cierto, incluye una parte dedicada a las hortalizas (sí, sí, a las hortalizas). Visitad los jardines con calma, no os defraudarán.
Si seguimos el curso del río Loira por la carretera D952 (que nos acompaña en todo este recorrido), a menos de 30 km encontraremos la ciudad de Tours. Es una ciudad de tamaño medio, pero grande con respecto a las poblaciones que encontraremos en el valle del Loira. De ella me gustaría destacar tres puntos: la catedral de Saint-Gatien, el castillo y la parte vieja de la ciudad (le Vieux Tours).
La catedral de Tours, o catedral de Saint-Gatien, es una catedral gótica del siglo XII. Quizá no haya obtenido el merecido reconocimiento dentro de las iglesias góticas francesas, pero entrar en ella y observar su bóveda, su coro y sus maravillosas vidrieras es como trasladarse en el tiempo.
Quizá el castillo de Tours no tenga la majestuosidad de los castillos que hemos visitado hasta ahora. No obstante, cuenta con una historia muy rica, tanto antigua como reciente, pues fue fortaleza militar en el siglo XI, castillo-residencia real entre los siglos XIII y XV y prisión durante la ocupación alemana en la Segunda Guerra Mundial. Desde allí, además, tendremos una buena perspectiva sobre el Loira.
No deberíamos dejar Tours sin visitar su casco antiguo, le Vieux Tours, donde podremos aprovechar para dar un agradable paseo por sus calles de casas entramadas, degustar unas crêpes en alguna de sus terrazas o disfrutar de su animada vida nocturna, ¡especialmente con la llegada del buen tiempo!

A poco más de 30 km de Tours se encuentra otro de los castillos más visitados en el valle del Loira: el Château de Chenonceau. También conocido como el “castillo de las damas”, se construyó sobre el cauce del río Cher, utilizando como base un antiguo molino y fortaleza.
A poco más de 30 km de Tours se encuentra otro de los castillos más visitados en el valle del Loira: el Château de Chenonceau. También conocido como el “castillo de las damas”, se construyó sobre el cauce del río Cher, utilizando como base un antiguo molino y fortaleza.
Este castillo, de estilo renacentista, sirvió como hospital militar en la Primera Guerra Mundial y tuvo una posición singular en la Segunda Guerra Mundial, pues se encontraba justo en la línea divisoria entre la zona ocupada por el ejército alemán y la zona controlada por el gobierno francés, de modo que parte del castillo se encontraba ocupada por los alemanes y otra parte por los franceses. Aun así, consiguió sobrevivir a ambas guerras sin mayores males.
Tan importante como visitar este castillo es visitar sus amplios jardines y su Orangerie. En este último recinto se realizan, además, eventos culturales y gastronómicos, de modo que, si tenemos suerte y previsión, quizá podamos disfrutar de un almuerzo en un marco difícil de igualar.
Tan importante como visitar este castillo es visitar sus amplios jardines y su Orangerie. En este último recinto se realizan, además, eventos culturales y gastronómicos, de modo que, si tenemos suerte y previsión, quizá podamos disfrutar de un almuerzo en un marco difícil de igualar.

Desde Chenonceau, nos dirigimos de nuevo hacia el cauce del río Loira, hasta llegar a Amboise, donde se encuentra el siguiente castillo que visitaremos. El Château d’Amboise está situado en un punto de donde se tiene constancia de la existencia de una fortaleza desde la época de Julio César. Pero antes de que la conociésemos tal y como es, tenían que pasar por ella visigodos, ostrogodos, normandos… Y hasta la mismísima Juana de Arco.

En la actualidad, el castillo de Amboise presenta un buen grado de conservación, si tenemos en cuenta los numerosos conflictos que ha vivido y sufrido a lo largo de la Historia. Por otra parte, no olvidaremos visitar el castillo de Clos Lucé, situado a 500 metros del de Amboise y que fue donde Leonardo da Vinci vivió los tres últimos años de su vida. Tampoco perdamos la oportunidad de visitar el tranquilo casco viejo de Amboise. Realmente merece la pena dedicar un rato a pasear por sus callejuelas, que tienen ese aire de tranquilidad y orgullo de una villa que se sabe testigo de la Historia.

En Chaumont-sur-Loire, a unos 20 minutos de Amboise (siguiendo, cómo no, el curso del río Loira), se encuentra un castillo digno de visitar. Situado en un promontorio que ofrece unas vistas soberbias del río Loira, el castillo de Chaumont-sur-Loire tiene una trayectoria llena de altibajos: allá por el siglo X, comenzó siendo una fortaleza, hasta que cinco siglos después el rey Luis XI ordena su quema y destrucción, como castigo por la revuelta en la que participó el entonces señor de Amboise.
Una vez que la familia Amboise volvió a ser admitida, se admitió también la reconstrucción, y en ese momento tomó su aspecto de elegante fortaleza, con puentes levadizos y caminos de ronda incluidos. El castillo pasó por diferentes manos, que hicieron de este edificio una fábrica y una granja, entre otros usos. A finales del siglo XIX, la familia Broglie se hace con su propiedad, y aunque en un principio recupera su elegancia y pasa a ser protagonista de suntuosas fiestas y recepciones, ya en 1938 sus dueños sufrieron un revés económico tal que tuvieron que aceptar la venta del castillo al Estado francés.
A partir de ese momento, los jardines del Château de Chaumont-sur-Loire recuperan su esplendor y pasan a ser escenario del Festival Internacional de Jardines. Es fácil imaginar que, aparte de visitar el propio castillo y admirar las vistas del río y de la región desde la fortificación, los jardines merecerán toda nuestra atención.

Se va acercando el final de nuestro recorrido, pero antes de ello visitaremos el Château Royal de Blois. Este palacio se encuentra en un núcleo urbano más poblado que los anteriores, y veremos que tiene un marcado carácter de residencia real. Su historia comienza con Luis XII, allá por el año 1462, cuando comienza a ser lugar de residencia de reyes y nobles.
Es a mediados del siglo XVII cuando empieza su decadencia, e incluso a finales del siglo XVIII el rey Luis XVI plantea su destrucción. Sin embargo, la Revolución Francesa salva el edificio, no así sus ornamentos y muebles, que fueron eliminados o extraídos del palacio. Y no sería hasta el siglo XIX cuando, tras 130 años de abandono, el castillo pasa a recuperar una cierta entidad, esta vez en forma de museo de bellas artes. Hoy en día, el palacio es propiedad de la ciudad de Blois.

Terminamos nuestro recorrido por el valle del Loira con una visita a uno de los clásicos, uno de los châteaux más conocidos y fotografiados de todo el valle: Chambord. Situado dentro del parque forestal cerrado más grande de Europa, la singularidad de este castillo le ha valido su inscripción en 1981 como Patrimonio Mundial por parte de la UNESCO.
Chambord es el resultado del sueño del rey Francisco I de Francia, quien a su vuelta de diferentes guerras en Italia trae consigo ideas y contactos con muchos artistas hasta entonces desconocidos en Francia, como es el caso de Leonardo da Vinci. No se conoce el nombre del arquitecto del castillo de Chambord, pero se dice que este gran maestro está detrás del diseño de la escalera de doble hélice que veremos en su interior, una obra maestra del Renacimiento.
Como ocurrió en otros palacios, la Revolución Francesa tuvo como consecuencia para Chambord un tremendo saqueo de su interior, que lo dejaron prácticamente en el estado que lo vemos actualmente. No obstante, durante la Segunda Guerra Mundial, el hecho de que el castillo se encontrase vacío sirvió para que se almacenasen en él temporalmente numerosas obras de arte procedentes del Museo del Louvre. Por ejemplo, si hoy en día podemos admirar la Gioconda en París, es gracias a su estancia en Chambord, que la libró de males mayores.
La imponente silueta del Château de Chambord nos sirve de escenario para despedirnos de la región. Seguramente nuestros pensamientos estén, en ese momento, sumergidos en la duda sobre si la próxima vez que visitemos el valle del Loira lo haremos continuando nuestro recorrido hacia Orleans y París, o si acompañaremos el curso del río hasta su amplia desembocadura en las costas bretonas. Pero es seguro que, para entonces, tendremos una idea clara: volver al valle del Loira.
Espero que te haya gustado este post y, por supuesto, ¡espero tus ideas y comentarios!
¡Hasta pronto!
